El miedo tiene muchas manifestaciones y resulta difícil identificarlo tras nuestros actos: según la intensidad, puede aparecer como malestar leve, recelo, ansiedad anticipatoria, temor, pánico que bloquea, fobia, angustia o terror, y/o según los comportamientos que desencadena el propio miedo, agresividad, aislamiento, celos, culpa, vergüenza…
EL MIEDO DEJA DE SER ÚTIL CUANDO SE CONVIERTE EN UNA EMOCIÓN TÓXICA QUE DIFICULTA LAS RELACIONES, IMPIDE PROGRESAR Y AFECTA A LA SALUD FÍSICA.
¿Cuándo deja de ser útil el miedo y qué consecuencias tiene?
El miedo no es estático sino que pasa por etapas: primero sentimos la amenaza, después reaccionamos al miedo (vergüenza, impotencia, rabia) y finalmente damos una respuesta interior a la reacción del miedo (pensamientos positivos que nos conducirán a enfrentarnos a la amenaza o negativos que nos llevarán al bloqueo u otra situación limitante)
Cuando el miedo se intensifica por nuestra reacción interior sin una causa justificada, se convierte en una emoción tóxica, negativa, destructiva y disfuncional. Por ejemplo, una persona que ha sido atracada una vez y tiene medio a ir sola por la calle sin que exista peligro alguno a que la vuelvan a atracar. Entonces, el miedo se convierte en irracional y excesivo y tiene consecuencias para el bienestar y la salud:
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Dificulta las relaciones interpersonales debido a las reacciones desmedidas de defensa y de ataque que tienen las personas invadidas por el miedo.
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Impide progresar personalmente. El miedo lleva a la protección y hace que la persona con miedo se asiente en la zona de confort. Aunque este comportamiento a corto-medio plazo le produzca insatisfacción.
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El miedo refuerza la creencia de que no se disponen de los recursos necesarios para gestionar la propia vida y, como consecuencia, la autoestima, la autoconfianza y por tanto la capacidad de acción, se ven lastimadas.
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Afecta a la salud física. Según investigaciones científicas, el miedo genera trastornos en el riñón, vejiga y pulmón.
Cuando una determinada situación nos amenaza, nuestro cuerpo acciona comportamientos que liberan el miedo. A veces, huimos, escapamos de la situación que nos tensiona y nos hace sentir en peligro. Otras veces, atacamos, como una manera de aliviar la presión de sentirnos amenazados y, ocasionalmente, negamos la emoción, escondiendo los sentimientos verdaderos de manera inconsciente para no tener que enfrentarnos a ellos.
EXISTEN DOS TIPOS BÁSICOS DE MIEDO: MIEDO AL FRACASO,SUSTENTADO EN LA NECESIDAD DE CONTROLAR EL ENTORNO, Y EL MIEDO A AL RECHAZO, POR LA NECESIDAD DE SER QUERIDO.
¿Con qué conecta el miedo?
Existen dos miedos básicos:
– Miedo al fracaso, sustentado en la necesidad de controlar el entorno. Es el temor anticipatorio a perder lo conseguido. Hace que retrasamos el disfrute, iniciando un nuevo reto por el temor a anticipar lo que se va a conseguir en un futuro, “cuando consiga ese trabajo seré feliz”, “cuando consiga ese proyecto seré feliz… ”, “cuando… entonces seré feliz”.
– Miedo al rechazo, sustentado en la necesidad de ser querido. El miedo al rechazo induce a potenciar relaciones tóxicas basadas en el control y en la dependencia mutua.
Ambos miedos nacen de dos miedos aún más básicos y profundos que son: el miedo a ser como soy, a manifestar lo que realmente deseo, siento, necesito, y el miedo a la libertad, que justifica que busquemos el respaldo de los grupos sociales como una forma de amortiguar la soledad, aunque esto restrinja nuestra libertad individual, es decir, muchas veces cedemos nuestras necesidades personales anteponiendo las de otras personas por miedo a la soledad y la necesidad de ser querido.
¿Cómo transformar el miedo con coaching?
Tal y como he comentado en este artículo, la funcionalidad del miedo depende, de cómo afecte la reacción interior del miedo experimentado. Es decir, las emociones manan automática e inconscientemente, están conectadas con una determinada situación que vivimos. Nuestros pensamientos, sin embargo, son los que se encargan que el miedo permanezca y condicione nuestras decisiones, respuestas y acciones.
Pongamos un ejemplo. Si una persona está en una entrevista de trabajo y sabe que si no lo seleccionan, sus padres le dirán: “Eres un incapaz, no sirves para nada”, dichos pensamientos agudizarán el miedo al proceso de selección. Su reacción interior a la amenaza no será sólo la entrevista, sino también al castigo, y la creencia en su incapacidad, por tanto, hará aumentar su miedo y lo limitará, generando un bloqueo que le impedirá ser ella misma.
En el proceso de coaching se reta a la persona a que vuelva a pensar de una manera diferente, con toma de consciencia. Mediante ejercicios se identifica cuál es el problema real, para así aprender a separar los hechos de los juicios, centrándose en el asunto a tratar de otros pensamientos que pudieran interferir, y cuestionando la manera que tenemos de observar las cosas que nos ocurren.
En definitiva, se trata de vencer la autocomplacencia y el victimismo. Es decir, la tendencia a justificar nuestra manera de proceder, culpabilizando a otras personas y a las situaciones, fuera de nosotros, de cómo vivimos y sentimos. Trabajar el poder de la persona para que encuentre su potencialidad y sus recursos para realizar el cambio y la acción.
El coaching emocional, guía la transformación del miedo modificando los pensamientos que lo sostienen. De esta manera, se genera la posibilidad de volver a sentir para provocar distintas posibilidades de comportamiento desde emociones más positivas. Se trabaja en 4 fases:
FASE 1. Tomar conciencia:
Tomar conciencia de que vivimos y actuamos movidos por el miedo, comprender cuáles son las bases que lo causa y el para qué existe, es el primer paso.
Darnos cuenta de nuestras fortalezas y debilidades: de nuestras necesidades y deseos, como punto de partida para entender por qué actuamos como lo hacemos ante las cosas que nos ocurren, es básico para crecer y transformar el miedo.
FASE 2. Gestionar pensamientos:
Una vez identificado el “lugar” desde el que actuamos, las necesidades y creencias que sustentan nuestros hábitos de actuación, el siguiente paso es modificar el patrón de pensamiento que sostiene nuestros miedos y nos impide generar acciones alternativas.
FASE 3. Sentir:
Implica que la persona localice las sensaciones físicas del miedo, que es energía estancada, para que pueda volver a fluir. A veces, la liberación es el llanto o la risa.
FASE 4. Actuar:
El coaching dirige sus resultados, sobre la base de la reflexión, estimulando a la persona para que pase a la acción. La acción es desapegarse, soltar lastre de forma consciente y responsable las creencias, costumbres y pensamientos, que sirvieron en el pasado, pero que ya no nos sirven y nos impiden crecer.
En el proceso se llega a la decisión de sustituir la dependencia por el coraje para enfrentar a lo temido y actuar de forma consciente, hasta construir una nueva posibilidad, libre de miedo.
¿Qué harías si no tuvieras miedo?, ¿Con qué personas te relacionarías? ¿Cómo sería tu vida? ¿A cuántas cosas has renunciado por miedo a fracasar o a ser rechazado? ¿Qué quieres hacer con tu miedo?.
Cuenta conmigo ante cualquier duda o consulta que quieras realizarme en Paloma@motivandomentes.com estaré encantada de responderte.
Abrazos!
Paloma López Martínez
Tu Coach y Mentora Motivadora de Mentes